Gustavo Herrera fue alojado en la celda número 211 y Juan Carlos Suter, en la contigua, la 213. En la pared sobre las que estaban esos calabozos individuales donde se encontraban los presos políticos, en 1976, los captores habían escrito la palabra “ojo”, como advertencia de la supuesta peligrosidad de los detenidos de ese sector. En el muro del frente, en cambio, donde estaban las habitaciones compartidas, se veía la inscripción “semiojo”. Herrera declaró ayer como testigo-víctima en la megacausa “Villa Urquiza”, que juzga las presuntas responsabilidades de 10 ex guardiacárceles, ex policías y ex militares por los crímenes de lesa humanidad cometidos en el pabellón “de la muerte” contra una treintena de víctimas entre 1975 y 1983.
El ex militante de Montoneros y de la Juventud Peronista describió las condiciones de detención y relató cómo fueron las circunstancias que precedieron a la muerte de Suter, una de los dos detenidos asesinados en la penitenciaría (el otro es José Torrente). El testigo permaneció entre julio del 1975 y marzo de 1977 en la cárcel.
Herrera recordó que el 9 de julio de 1976, cuando los guardias abrieron las puertas para entregarles la comida, escuchó que un celador hablaba con Suter. “Al rato lo vinieron a buscar. Teníamos un mecanismo para espiar y levanté la mirilla. Vi que lo sacaron a Suter y me llamó la atención que iba con su colchón al hombro, lo había hecho él con retazos. El policía que lo sacó se llama Audes (hay un imputado de ese apellido). Le dijo que vaya con todas sus cosas. Una cosa curiosa porque la noche anterior había sido espantosa. A él nunca más lo vimos”, lamentó. Detalló que horas antes los habían rapado, desnudado y pasado por debajo de la ducha. “Me detuve a mirar la escena. Nos sacaron aún enjabonados. Vi esos cuerpos rapados resbalando… se reían de cómo nos caíamos. Nos tiraron agua en las celdas y nos atacaron con perros. Nos habían retirado los bienes personales”, consignó.
Más maltratos
Luego, dio cuenta de un episodio que ya había sido graficado por otros testigos sobre lo que siguió a esos maltratos. “Entraron (Roberto) Albornoz y el cabo Carrizo con un grupo de militares diciendo que había una epidemia de gripe y que nos iban a poner una inyección. Tenían la decisión de matar. Me pide el brazo Carrizo y me dice que era intravenosa. Le respondí que las vacunas no lo eran. Vi muy cerca la muerte. Le pegué un chirlo y salió rodando la jeringa. Se retiraron. Le pregunté a Suter si le habían puesto a él y me dijo que sí”, advirtió. Afirmó que creía que esa podría haber sido la causa de fallecimiento del dirigente gremial.
Herrera comentó que las pésimas condiciones de detención recrudecieron tras el golpe del 24 de marzo. En el pabellón de penados las ventanas estaban selladas, dormían sobre el piso y recibían escasa alimentación, dijo. Eran sometidos a golpes permanentes y a maltratos psicológicos.
La audiencia en el TOF continuará hoy, desde las 9.